martes, 13 de febrero de 2018

esclavos...

Tengo guardadas en mi memoria infantil esas imágenes ficticias que series televisivas, en blanco y negro, ofrecían de espectáculos lacerantes sobre el trato dispensado a personas negras.
Hoy, que pensamos un mundo desarrollado, tecnificado y de movimientos, esta imagen puede resultar mucho más hiriente. Quizás por ese imaginario en el que pensamos que vivimos.
Las cadenas siguen vinculándonos a lo peor entre los seres humanos: privación de libertad, compra venta de personas, explotación laboral, restricción de derechos...
Seguimos viviendo circunstancias, conociendo realidades, haciéndonos prójimos... en las que se vulneran principios que pensábamos habían inoculados en el adn de las generaciones futuras: libertad, dignidad, corresponsabilidad, movilidad...
Vivimos tiempos de incertidumbre y menosprecio a los valores que entre hombres y mujeres pudieran ayudaros a crecer en estimación de unos para con otras. Tiempos donde el voraz consumismo está llegando a prologar que nos devoremos unos a otros. Tiempos donde el silencio se impone como contrario a esos mismos valores que queremos defender. Tiempos donde "mirar hacia otro lado" es la continua invitación del poder y la lucha fiera que contra ella tenemos colectivamente que articular. Tiempos donde se impone tener que volver a nominar la situación con palabras antiguas pero que evocan, como la imagen de las cadenas, gran parte de los demonios que arrancan la vida -aún hoy- a tantas personas a nuestro alrededor y en muchos lugares de este pequeño mundo: capitalismo.
Por eso tenemos que tener cuidado, como advierte Byung-Chul Han, que estos días el sistema capitalista en el que existimos no es represor (aunque también), sino seductor y cautivador.

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